martes, 16 de octubre de 2012

... A echar garbanzos



Planta herbácea con tallo de 4 ó 5 decímetros de altura, duro  y ramoso; hojas compuestas de hojuelas elípticas y aserradas por el margen; flores blancas axilares y pedunculadas, y fruto de vaina inflada pelosa, con una o dos semillas amarillentas, de un centímetro aproximadamente de diámetro, gibosas y  un ápice encorvado.

Esta ampulosa entrada, como ya habrán adivinado, corresponde a la definición de la humilde, hosca y salitrosa planta del garbanzo…Y se preguntarán qué tienen que ver los garbanzos con este blog?  He aquí la cuestión.

Frailes fue a finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX, una potencia en la producción de garbanzos, y no sólo eso, si no que lo era porque estas legumbres eran “las mejores de Andalucía”.

No estamos de broma ni hemos sacado a pasear el orgullo frailero, las crónicas, desde que disfrutamos de independencia como pueblo, así lo atestiguan.

Ya Pascual Madoz en su Diccionario de 1850 decía que la producción agrícola de Frailes se basaba en trigo, cebada, maíz, habas, centeno, yeros, guijas, lentejas, habichuelas y garbanzos.  En esta época ya comerciábamos con trigo, cebada y garbanzos con Málaga y Granada, pero con los garbanzos que nos sobraban, una vez en “la cámara” quedaban almacenadas las raciones para echar el invierno, claro está.

Ya en las enciclopedias del entre siglos descubrimos que en el año 1884 la principal producción era de trigo y cebada y que en Frailes ya se producían los mejores garbanzos de toda Andalucía. El secreto de su calidad no está determinado, es más bien una conjunción de circunstancias: el clima, la tierra y, especialmente, que eran de secano, de escasas proporciones, aunque también se valoraban los “gordos”.

En la Espasa que se publicó a inicios del siglo XX se destaca ya la producción de los afamados garbanzos y se suma a nuestras delicias alimenticias el aceite.

Antonio Guardia Castellano, en su libro “Leyendas y notas para la historia de Alcalá la Real” publicado en 1913, dice que entre la amplia producción de cereales y semillas destacan de Frailes sus garbanzos muy apreciados por su excelente calidad y suma la producción de jamones, que ya se habían  abierto paso en las mesas de las provincias limítrofes.

El cultivo del garbanzo estaba rodeado de un mar de dificultades: el terreno en repecho, polvoriento, se echaba la semilla en surcos de arado de yuntas, había que limpiarlo de maleza y plagas varias veces antes de la recogida. Tarea, ésta, penosa en manos de mujeres que doblaban la espalda antes del amanecer para esquivar el sol abrasador potenciado por el picor del salitre en contacto con el sudor de las braceras. Las manos acababan sangrantes y atenazados los dedos.

Aun así, hemos disfrutado de casi un siglo en el que la base de la alimentación de muchas casas han sido los garbanzos, que a tenor de la imaginación y pericia del cocinero, han alegrado muchas mesas cuando no había mucho de qué alegrarse.
¿Quién no recuerda el aroma de una buena olla de garbanzos haciéndose a fuego lento en un sonoro cloc, cloc con sus huesos de espinazo, costillas, tocino, morcilla y un trozo de calabaza o unas vainas de habichuelas verdes, según  la época del año. 

¿Quién no contempló por la mañana los garbanzos que se salían del cacharro en el que estaban en agua desde la noche anterior? Ya presagiaban el contundente manjar que se avecinaba para el almuerzo.

¿Quién no recuerda el obligado trueque de garbanzos crudos por “garbanzos tostaos”, blancos-inmaculados con su capa de “yeso” que distraían la tarde de paseo o al amor de la lumbre?

En otras latitudes donde llegaron nuestros garbanzos fueron aviados con bacalao, con cardos, cardillos o tagarninas, con langostinos en Cádiz…unnnnnn, los cocinaron revueltos con judías y los llamaron potaje,  los hicieron en puchero, en blanco, y cocido, en rojo-pimentón y, en un amplio universo de sabores hasta llegar al otro lado del Atlántico donde la fainá, hecha con masa de harina de garbanzos, es plato nacional.

…Los garbanzos también han dado para crear una rica estela de significados que adornan sus cualidades alimenticias: garbanzo de agua, de pega,  negro, garbanzo de a libra, como cosa rara y extraordinaria.

Nuestro refranero es también refugio de significados con el  garbanzo: “ese garbanzo no se ha cocido en la olla”, “por un garbanzo no se descompone el plato” o “tropezar con un garbanzo” para el que es propenso a hallar dificultades en todo o tomar motivo de cosas fútiles para enfadarse o hacer oposición.

Razones hay, pues, para recordar y homenajear desde este blog al garbanzo. Recobremos nuestra rica tradición de “echar garbanzos” y olvidemos garbanzos negros y aquellos que causan tropiezos.

¡¡Buen provecho y que le toque a usted la garbanza!!

                                                        María Teresa Murcia Cano
Departamento de Religión

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