Planta herbácea con
tallo de 4 ó 5 decímetros de altura, duro
y ramoso; hojas compuestas de hojuelas elípticas y aserradas por el
margen; flores blancas axilares y pedunculadas, y fruto de vaina inflada
pelosa, con una o dos semillas amarillentas, de un centímetro aproximadamente
de diámetro, gibosas y un ápice
encorvado.
Esta ampulosa
entrada, como ya habrán adivinado, corresponde a la definición de la humilde,
hosca y salitrosa planta del garbanzo…Y se preguntarán qué tienen que ver los
garbanzos con este blog? He aquí la
cuestión.
Frailes fue a
finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX, una potencia en la producción
de garbanzos, y no sólo eso, si no que lo era porque estas legumbres eran “las
mejores de Andalucía”.
No estamos de broma
ni hemos sacado a pasear el orgullo frailero, las crónicas, desde que
disfrutamos de independencia como pueblo, así lo atestiguan.
Ya Pascual Madoz en
su Diccionario de 1850 decía que la producción agrícola de Frailes se basaba en
trigo, cebada, maíz, habas, centeno, yeros, guijas, lentejas, habichuelas y
garbanzos. En esta época ya
comerciábamos con trigo, cebada y garbanzos con Málaga y Granada, pero con los
garbanzos que nos sobraban, una vez en “la cámara” quedaban almacenadas las raciones
para echar el invierno, claro está.
Ya en las
enciclopedias del entre siglos descubrimos que en el año 1884 la principal
producción era de trigo y cebada y que en Frailes ya se producían los mejores
garbanzos de toda Andalucía. El secreto de su calidad no está determinado, es
más bien una conjunción de circunstancias: el clima, la tierra y,
especialmente, que eran de secano, de escasas proporciones, aunque también se
valoraban los “gordos”.
En la Espasa que se publicó a
inicios del siglo XX se destaca ya la producción de los afamados garbanzos y se
suma a nuestras delicias alimenticias el aceite.
Antonio Guardia
Castellano, en su libro “Leyendas y notas para la historia de Alcalá la Real” publicado en 1913, dice
que entre la amplia producción de cereales y semillas destacan de Frailes sus
garbanzos muy apreciados por su excelente calidad y suma la producción de
jamones, que ya se habían abierto paso
en las mesas de las provincias limítrofes.
El cultivo del
garbanzo estaba rodeado de un mar de dificultades: el terreno en repecho,
polvoriento, se echaba la semilla en surcos de arado de yuntas, había que
limpiarlo de maleza y plagas varias veces antes de la recogida. Tarea, ésta,
penosa en manos de mujeres que doblaban la espalda antes del amanecer para
esquivar el sol abrasador potenciado por el picor del salitre en contacto con
el sudor de las braceras. Las manos acababan sangrantes y atenazados los dedos.
Aun así, hemos
disfrutado de casi un siglo en el que la base de la alimentación de muchas casas
han sido los garbanzos, que a tenor de la imaginación y pericia del cocinero,
han alegrado muchas mesas cuando no había mucho de qué alegrarse.
¿Quién no recuerda
el aroma de una buena olla de garbanzos haciéndose a fuego lento en un sonoro
cloc, cloc con sus huesos de espinazo, costillas, tocino, morcilla y un trozo
de calabaza o unas vainas de habichuelas verdes, según la época del año.
¿Quién no contempló
por la mañana los garbanzos que se salían del cacharro en el que estaban en
agua desde la noche anterior? Ya presagiaban el contundente manjar que se
avecinaba para el almuerzo.
¿Quién no recuerda
el obligado trueque de garbanzos crudos por “garbanzos tostaos”,
blancos-inmaculados con su capa de “yeso” que distraían la tarde de paseo o al
amor de la lumbre?
En otras latitudes
donde llegaron nuestros garbanzos fueron aviados con bacalao, con cardos,
cardillos o tagarninas, con langostinos en Cádiz…unnnnnn, los cocinaron
revueltos con judías y los llamaron potaje,
los hicieron en puchero, en blanco, y cocido, en rojo-pimentón y, en un
amplio universo de sabores hasta llegar al otro lado del Atlántico donde la
fainá, hecha con masa de harina de garbanzos, es plato nacional.
…Los garbanzos
también han dado para crear una rica estela de significados que adornan sus
cualidades alimenticias: garbanzo de agua, de pega, negro, garbanzo de a libra, como cosa rara y
extraordinaria.
Nuestro refranero
es también refugio de significados con el
garbanzo: “ese garbanzo no se ha cocido en la olla”, “por un garbanzo no
se descompone el plato” o “tropezar con un garbanzo” para el que es propenso a
hallar dificultades en todo o tomar motivo de cosas fútiles para enfadarse o
hacer oposición.
Razones hay, pues,
para recordar y homenajear desde este blog al garbanzo. Recobremos nuestra rica
tradición de “echar garbanzos” y olvidemos garbanzos negros y aquellos que
causan tropiezos.
¡¡Buen provecho y
que le toque a usted la garbanza!!
María
Teresa Murcia Cano
Departamento de Religión