Hoy en día, en nuestro mundo
desarrollado, abrir el frigorífico y encontrar lo necesario para un
buen almuerzo con productos frescos de toda clase es lo más normal,
o aderezar nuestros arroces o carnes con los más sabrosos
condimentos es algo que toda mesa se puede permitir.
Sin embargo,
esto no siempre fue así. Las especias han constituido hasta la
aparición de la refrigeración y los conservantes artificiales la
principal forma de conservar alimentos y sobre todo de darle a éstos
nuevas texturas y sabores.
La pimienta, el clavo, la canela, el
azafrán, la nuez moscada o el jengibre, llegaron a ser durante la
Edad Media y gran parte de la Edad Moderna productos exóticos muy
codiciados que llevaron incluso a cambiar la concepción del mundo
con el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492.
Realmente Colón no emprendió su peligroso viaje para descubrir
nuevos mundos, sino para encontrar una ruta alternativa hacia Las
Indias, cuyo comercio, controlado por los musulmanes y bizantinos
primero y después por los portugueses, había convertido al rey de
Portugal en el más rico de Europa, controlando las rutas marítimas
hacia Oriente bordeando África.
No podemos confundir las especias con
las hierbas aromáticas. De las primeras tenemos una gran variedad a
lo largo de toda la cuenca mediterránea, como son el tomilo, romero,
arrayán, laurel, etc, sin embargo, éstas no sirven para conservar,
sino sólo para aromatizar.
El comercio con el lejano oriente,
origen de la mayoría de las especias, ya había sido iniciado por
griegos y romanos, que gastaron ingente cantidades de oro y plata en
este negocio. Para hacernos una idea de lo caros que llegaron a ser
estos exóticos condimentos podemos poner como ejemplo que la
pimienta blanca costaba 14 denarios el kilo, cuando el jornal de un
trabajador libre era de dos denarios y sobre todo los aceites de
canela podían alcanzar precios desorbitados de 3000 denarios el
litro.
Durante la Edad Media, las especias
fueron consumidas sobre todo por la nobleza, para evitar el mal sabor
de los alimentos que en muchos casos se pasaban por las malas
condiciones de conservación. El 94% de la población no podía
permitirse estos lujos. Para ellos simplemente quedaba el uso de la
sal, con lo que cualquier otro conservante era todo un mundo de
sabor.
Con el descubrimiento de América, los
españoles trajimos de Méjico otra gran conocida entre nosotros como
es la Vainilla. ¿Quién imagina el mundo de la pastelería sin
vainilla?. Tras la aventura de Colón, Sevilla se convirtió en unos
de los puertos más prósperos de Europa y por él entraron nuevas
especies como el tomate, la patata, los pimientos que serían
aderezadas con las especias y adornaron los platos de las cada vez
más logradas chacinas del cerdo. Los productos matanceros
evolucionaron a lo largo de la edad Moderna hasta llegar a las
exquisiteces que conocemos hoy en día en los que las antiguas y
caras especias siguen teniendo un papel fundamental.
¿Quién imaginaba que el azafrán o
la canela podían cambiar el rumbo de la historia?. Desde luego
tenemos muy claro que cambian definitivamente el sabor de nuestros
platos.
¿Cuál de las siguientes plantas son
especias?
a) Romero, tomillo, lavanda.
b) Pimiento, tomate, laurel.
c) Azafrán, pimienta, canela
¿Quiénes fueron los primeros en
desarrollar el comercio de las especias?
a) Españoles y portugueses
b) Bizantinos y musulmanes
c) Griegos y romanos.
¿Cuánto costaba un kilo de pimienta
en la época romana?
a) El sueldo de un mes.
b) El sueldo de una semana.
c) Un jornal.
¿Por qué descubrió Cristóbal Colón
América?
a) Porque quería descubrir un nuevo
continente.
b) Porque lo envió el rey de Portugal
a comerciar las Indias.
c) Porque quería descubrir una nueva
ruta marítima hacia Oriente evitando a los portugueses.
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